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El mariscal Ney en Tegucigalpa

En la plaza mayor de Tegucigalpa, la capital de Honduras, se yergue la majestuosa estatua ecuestre del general Francisco Morazán, el padre de la patria hondureña. Pero existen serias dudas sobre la identidad del personaje representado.

En 1982, cuando recibió el Premio Nobel, el famoso escritor colombiano Gabriel García Márquez afirmó en su discurso que “el monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney, comprada en París en un depósito de esculturas usadas”. El autor colombiano se hace aquí ¿por broma? el eco de un rumor que corría desde hace algunos años, difundida primero por el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Según este último, la comisión de personalidades encargada de la elaboración de la estatua de bronce, encabezada por el Ministro General Ramón Rosa, viajó a París, para efectuar los trámites necesarios. Disponía de una fuerte cantidad de dinero, pero los fondos fueron disminuyendo a medida que los enviados iban conociendo los placeres que ofrece la ciudad.

Cuando ya se habían gastado gran parte de la suma, tuvieron que recurrir a una solución de urgencia: encontrar a un buen precio una estatua ecuestre de segunda mano de un personaje que al menos se pareciese mínimamente al general. En un taller de un suburbio parisino, dieron con una estatua del Mariscal Ney, uno de los generales de Napoleón, que estaba a la venta.

Regresaron a Tegucigalpa y la estatua se colocó en el centro de una bonita plaza, donde los hondureños daban por bueno que era la del general Morazán, hasta que se introdujo la duda.

Escandalizado por este rumor, el historiador hondureño Rafael Leiva Vivas se trasladó a París para investigar la autenticidad de la obra escultórica. En su libro ‘La estatua de Morazán’, publicado en 2005, suministra varias pruebas para acabar con la leyenda de que el personaje sobre el caballo es el general francés.

Según él, la elaboración del monumento fue obra del escultor francés Leopold Morice, cuyo nombre aparece efectivamente en el zócalo, en colaboración con el escultor italiano Francisco Durini. La escultura está registrada en el libro “Ediciones de Obras de Principales Artistas”. Sus detalles responden a los mismos descritos en el contrato que ordena la confección de la escultura ecuestre, firmado por Ramón Rosa el 29 de julio de 1882. Destaca el pedestal y la estatua de bronce, así como las inscripciones de palabras de homenaje a Morazán, a sus combates, la réplica de la batalla de la Trinidad y el escudo de la Federación Centroamericana.

Desgraciadamente, los argumentos de Leiva Vivas no comprueban nada. De acuerdo con el contrato, Durini, que se encontraba en Honduras en aquel tiempo, debía proveer, en un lapso breve, al gobierno hondureño una estatua ecuestre de Morazán. Pero Durini no era escultor, sino empresario y contratista especializado en monumentos de mármol. Resulta entonces probable que Durini encargara al escultor francés la elaboración del monumento. El poco tiempo disponible en que se debía entregar la obra hace pensar que Morice apenas tuvo el tiempo suficiente para trabajar en el pedestal. Efectivamente, todas las referencias a las hazañas de Morazán se ubican en este último.

¿Por qué, entonces, viajaron Rosas y su comitiva a París? Como casi todos los tramites se habían hechos en Honduras, la única razón sería que quisieron aprovechar la estancia y escoger personalmente, con el dinero que sobraba, una estatua ya existente, pero bastante parecida al modelo. Esto sugiere que la estatua ya estuviese realizada, independientamente del contrato hondureño. Varios detalles extraños llaman efectivamente la atención. Morazán lleva un uniforme de General de División en campaña, aunque nunca vistió tal indumentaria, mientras Ney sí llevaba tal uniforme.

Independientamente de la controversia, el historiador de arte italiano Luca Bochiccio, en un trabajo sobre los hermanos Durini, afirma con seguridad que la estatua de Morazán en realidad no representa al caudillo, sino al mariscal de Napoleón, y que sólo el pedestal es auténtico. El tema de la verdadera identidad de la estatua de Morazán puede seguir siendo objeto de debate.

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